miércoles, 17 de diciembre de 2008

Acompañando mi pensamiento…



A veces, las palabras no fluyen como quiero, se vuelven torpes y se agolpan sin sentido ni orden, entonces, me siento ahogar en ellas.

Dejo escapar un sentimiento aprisionado durante horas nocturnas, empapadas de reprimidas lágrimas… que me oprime y me disgusta.

La integridad de la fuerza diaria desaparece por momentos, el estrés y la ansiedad son voraces e incansables, dejando su implacable huella día tras día, y todo se va desmoronando lentamente. El consuelo se desvanece y una vez llegado al fondo, donde no puedo bajar mas, ya que todo se ha caído a mi lado, una vez alcanzada esa soledad vital, cuando ya el cansancio ha hecho su trabajo, es cuando me envuelvo en mi, cuando veo a través de mis ojos y oigo con mis oídos, y empiezo a revivir el verdadero sentido de mi esfuerzo, de esa lucha constante, de esa ilusión de futuro, de esa pasión y entrega abnegada y ciega que toda madre lleva en su alma…

Siendo necesario el llanto, siendo imprescindible ese momento de soledad, me acompaño en mi pensamiento, me sumo en mi misma y me dejo fluir a través de los sonidos…

2 comentarios:

Amio Cajander dijo...

Si el corazón se abre, y se abre con frecuencia, las palabras son como una suave brisa que trae la corriente.

Pero a veces uno abre la puerta desvencijada y las palabras salen, atropelladas, inconexas, ruidosas, como los trastos que se caen porque estaban amontonados detrás.

Anónimo dijo...

Exacto! Muy bien explicado Amio :)

Y lo bueno es que vayan saliendo, malo cuando se quedan dentro :)